Para explicar el Reino de Dios
podríamos caer en la tentación de simplificarlo y reducirlo sólo a nuestra
interpretación de lo que es un gobierno como un sistema administrativo, que
regula y controla las acciones de la gente dentro de la ley. Sin embargo el
Reino de Dios no regula y gobierna solamente lo que hacemos, el Señor quiere ir
más allá y gobernar sobre lo más profundo de nosotros, sobre nuestros
“corazones” la fuente de nuestros sentimientos y motivaciones. El Reino
de Dios provoca un profundo cambio interior y desde esa transformación
construye una nueva manera de vivir.
Para mostrar este aspecto del Reino de
Dios, Jesús enseña la parábola de los dos deudores, en ella
nos muestra que el Reino de Dios es semejante a un Rey
que quiso hacer cuentas con sus siervos.
Mateo
18
23 Por
lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas
con sus siervos.
24 Y
comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil
talentos.
25 A
éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y
todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.
26 Entonces
aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y
yo te lo pagaré todo.
27 El
señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
28 Pero
saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien
denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
29 Entonces
su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia
conmigo, y yo te lo pagaré todo.
30 Más
él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
31 Viendo
sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a
su señor todo lo que había pasado.
32 Entonces,
llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné,
porque me rogaste.
33 ¿No
debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia
de ti?
34 Entonces
su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le
debía.
35 Así
también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón
cada uno a su hermano sus ofensas.
Como todas las parábolas de Jesús, ésta
también tienen un significado y cada uno de los personajes representa nuestra
propia situación ante Dios. En la tabla que se presenta a continuación complete
en la columna derecha, a quienes representan los respectivos personajes:
Personaje en la parábola
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Representa a:
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El Rey
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Deudor del rey (Siervo malvado)
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Deudor del siervo
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Otro aspecto importante de analizar son
las actitudes que presentan los personajes ante las distintas situaciones que
se dan en la parábola
Preguntas: ¿Qué actitud tiene:
El siervo malvado ante el rey?
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El rey con el siervo malvado?
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El consiervo ante el siervo malvado?
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El siervo malvado con su consiervo?
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La actitud final del rey con el siervo malvado?
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Con esta parábola Jesús nos muestra que
el reino de Dios también es una cuestión de actitudes, es decir, es el reino en
el cual gobierna una ACTITUD de perdón, porque el rey da el ejemplo sellando su
gobierno sobre nosotros perdonándonos sin ninguna condición previa, solamente
el que nos humillemos delante de él y pidamos perdón, estamos en el Reino de
Dios no porque él haya seleccionado a los mejores, sino porque nos perdonó.
Dios nos ha amado de tal manera que ha provisto una forma para que nuestros pecados
sean perdonados pagando el precio con la sangre de su propio hijo (Jn 3:16). No
sólo nos perdona sino que además paga él mismo el precio por perdonarnos.
Es así como el Señor vincula el
amor con el perdón, él nos perdona porque nos ama, en el perdón de cada una de
nuestras faltas recibimos el amor de Dios en forma personal y no
colectivamente. Es por eso que cuando nos sentimos perdonados por Dios nos
sentimos amados por él y mientras más perdonados mas amados.
Dios nos perdona por amor, pero muchas
veces no entendemos que lo hace para darnos el ejemplo y espera que lo
sigamos. Por eso en la parábola el Rey (Dios) le dice a su siervo (nosotros): Yo
te perdoné….¿no debes tú hacer lo mismo? implícitamente el Señor nos
está diciendo que él espera que perdonemos a quienes nos ofenden o a quienes
nos hacen daño y el motivo para que los perdonemos no está en que sintamos el
deseo de perdonar sino que, debemos perdonar porque Dios nos perdonó a nosotros
primero. De esa manera no dependemos de nuestras emociones, sino de su perdón, porque somos deudores de la sangre que Jesucristo derramó para el perdón de
nuestros pecados.
La actitud del siervo de no perdonar a
su prójimo, aunque él mismo había sido perdonado, hace que el rey cambie su
actitud con él y lo llama “siervo malvado” y no sólo eso, el Rey se enoja y lo
entrega a los verdugos. El rey condena a su siervo no por la deuda de diez mil
talentos sino por no PERDONAR, tal como se le había perdonado a
él.
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