Al pasar por la puerta estrecha del
arrepentimiento somos trasladados de la potestad de las tinieblas al Reino de
Dios, gracias a que el sacrificio de Jesucristo nos permite ser perdonados por
él (Col 1:13-14). Entrar al Reino de Dios supone un total y radical cambio a
nivel espiritual, pero requiere ser renovados en el entendimiento respecto al
significado y el efecto que este hecho provoca en nosotros. Nadie puede entrar
al Reino de Dios sin reconocer la absoluta soberanía de Jesucristo sobre su
propia vida.
En el Reino de Dios la autoridad de Cristo sobre
nosotros es por RECONOCIMIENTO no por imposición, somos nosotros los que en
plena libertad y voluntariamente reconocemos la autoridad de Jesucristo, no
somos obligados, él no nos humilla para que reconozcamos su Señorío, somos
nosotros los que nos humillamos ante él.
LA POTESTAD DE LAS TINIEBLAS.
Bajo la potestad de las tinieblas Satanás pone el
gobierno de nuestras vidas en nuestras manos con el único propósito de que no
obedezcamos a Dios, a él no le interesa que le adoremos abiertamente, si
desobedecemos a Dios para él es suficiente, nos dice: tú te gobiernas, tú
decides, tú te forjas a ti mismo. Por eso bajo su potestad cada uno hace los
que mejor le parece, cada uno es dueño de su propio destino, nos forjamos a
nosotros mismos y también definimos que tipo de persona queremos ser. En esa
“libertad” la mayoría de nosotros decidimos ser buenas personas, intachables
ante los demás, incluso podemos decidir que seremos creyentes, decidimos qué
hacer con nuestro dinero y con nuestra familia, en todo orden de cosas nosotros
ponemos la medida de lo bueno y lo malo, y en muchos casos tomamos las
enseñanzas de Jesucristo solamente como referencia y las obedecemos según
nuestra propia conveniencia, porque Satanás pone al hombre como el Señor de su
propia existencia. En este esquema el “YO” ocupa el trono, es el centro de
todo, incluso el mismo Señor Jesucristo trabaja para nosotros, para cumplir
nuestros anhelos nuestros sueños y expectativas, tampoco damos cuenta ante
nadie de nuestras actos porque somos libres de hacer lo que nosotros decidimos.
Lo peor de todo es que no podemos salir de ese esquema aunque queramos, porque
estamos DOMINADOS, obligados a seguir
permanentemente atados al pecado de la desobediencia, la
independencia de Dios y la autosuficiencia.
TRASLADADOS AL REINO DE DIOS.
Pero bendito es el Señor Jesucristo que nos
trasladó del Dominio de las tiniebla a su Reino eterno, por su sangre fuimos
comprados y lavados de nuestros pecados y ahora somos hijos de Dios (Col 1:13).
Ser trasladados al Reino de Dios supone un
profundo cambio en la mentalidad, porque aquí entramos en un esquema de
gobierno sobre la propia vida, incluyendo la mente, los pensamientos las emociones
y todo nuestro ser. Por eso al entrar al reino de Dios nos debemos rendir absolutamente ante el Señorío y
autoridad del Señor. Desde ese momento en adelante él es el dueño de todo
nuestro ser. Su gobierno deja de estar limitado a nuestra vida de “Iglesia” y a
algunos días de la semana, ahora se extiende a todos los aspectos de nuestra
vida para que lo gobierne todo: el matrimonio, la vida familiar, el trabajo,
las relaciones personales, el ambiente laboral, el trato con los demás, el
carácter personal, la intimidad del matrimonio, la administración de los
recursos, las actitudes personales etc. Irónicamente muchas veces podemos
entender que Jesucristo es el Señor de todo el universo, del cielo, la tierra y
todo lo creado, pero no aceptamos que él gobierne nuestra propia vida.
NUEVA ACTITUD
El primer cambio que tenemos que experimentar es
la actitud que demostramos ante la autoridad porque el hombre viejo está
dominado por una actitud de rebelión, y cuestionamiento a la autoridad, por
eso le es difícil sujetarse y obedecer,
y bajo la soberania de Cristo debemos humillarnos reconociendolo como Señor (1 Pe 5:6). En el Reino de Dios debemos sujetarnos dócilmente a la
palabra de Dios, a la voz del espíritu Santo, a la voz de la Iglesia e incluso
sujetarnos unos a otros sin que nos tengan que imponer la autoridad. Esa es la
mayor transformación que el Señor hace tal cual lo dice el profeta Ezequiel: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu
nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os
daré un corazón de carne. Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra.”(Ez36:26-27).
Escudriñando las
escrituras
Lectura: Efesios
2:1-3
¿Quién gobierna
la corriente de este mundo?
R:_________________________________________
¿Cómo viviamos
cuando eramos del mundo?
R:_________________________________________
Lectura: Lucas 14:11
¿Qué sucede con
quien se exalta a si mismo?
R:________________________________________
¿Qué le sucede a
quien se humilla delante del Señor?
R:________________________________________
Lectura: Efesios 4:1-2
¿con que actitud
espera el Apóstol que vivamos con los hermanos?
R:________________________________________
Lectura: Romanos 6:16-18
Quienes viven en
las tinieblas son _____________del pecado
El Señor nos
libra, y nis traslada a su reino en donde somos
______________
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