viernes, 12 de octubre de 2018

Casa de oracion


El deseo de Dios de estar junto a sus hijos se vio reflejado desde la antigüedad, cuando moraba en el lugar santísimo del tabernáculo y después en el santísimo del templo de Salomón. En el tiempo de la venida de Jesucristo Dios se traslado desde el templo de Jerusalén al cuerpo del Señor, porque en él estaba, moraba, la presencia del Dios todopoderoso, la morada de Dios había dejados de ser un edificio y ahora se movía por los camino, los pueblos y ciudades sanado enfermos y mostrando la gloria de Dios. Después de ser exaltado a lo sumo en los cielos, el Señor envió el Espíritu Santo sobre los apóstoles y discípulos que desde ese momento en adelante pasaron a ser cada uno de ellos morada de la plenitud de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una vez más el templo se había mudado y ahora a su morada definitiva, los hijos de Dios movidos por el Espíritu Santo.


Uno de nuestros fundamentos de fe, es que hemos recibido el Espíritu Santo en el momento de ser bautizados por él, esto implica que mora en nosotros y junto con él están el padre y el hijo, es decir la plenitud de Dios (Ef 3:19). El Apóstol Pablo se refiere a esto tomando el templo como modelo figurativo en Efesios 2:20-22 dice : “ 20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”  El Apóstol señala claramente que la edificación de nuestras vidas en el fundamento que es Cristo tiene el propósito que seamos morada de Dios, Templos vivos de su presencia en la tierra y siendo nosotros solo la morada le pertenecemos al que habita en ella, así como la casa que habitamos nos pertenece a nosotros  (1Cor 6:19).  


PROPOSITO DEL TEMPLO

El templo de Jerusalén era un lugar de peregrinación, personas de los puntos más alejados de Israel tenían que hacer largos viajes, días caminando con las ofrendas que debían llevar como sacrificio hasta llegar a un lugar en el que miles de personas debían hacer lo mismo. Cuando Dios se movía habitando en Cristo, ya no era necesario que la gente fuera al templo, el templo iba a la gente. De la misma forma Dios nos hizo templos, morada de su presencia para que a través de nosotros él se pueda acercar al mundo.

Otro gran propósito que tenía el templo de Jerusalén era ser “casa de oración” en Hechos 3:1 se nos relata que los Apóstoles Pedro y Juan iban al templo a orar a la hora novena. En Lucas 18:10 Jesucristo enseñando sobre quienes se ven superiores a los demás dice: “dos hombres subieron al templo a orar…”, podemos concluir que el templo no era sólo un lugar para realizar sacrificios o enseñar a la gente la ley de Dios, el templo era un lugar de oración permanente.

EL ENOJO DEL SEÑOR

Uno de los pasajes más desconcertantes de la vida de Jesucristo se produce en su última semana de vida, como todos él había peregrinado hacia el templo de Jerusalén para celebra la fiesta de Pascua, estando allí fue al templo y se encontró con una realidad que provocó su enojo inmediato, el relato de Marco 11:15-17 dice: “15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 16 y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno. 17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.” La reacción de Jesucristo ante los mercaderes del templo es porque ellos habían cambiado el PROPÓSITO DEL TEMPLO, y no hace mención del  templo como casa de sacrificios o casa de enseñanza sino hace énfasis en  que el templo es “casa de oración para las naciones” , al cambiar el propósito del templo lo habían transformado en “cueva de ladrones”.

SOMOS TEMPLO CON PROPÓSITO

Ser morada de Dios no solo constituye un privilegio sino un fundamento de fe que debemos creer con todo el corazón, una vez que hemos creído debemos asumir la responsabilidad de conservar el propósito por el cual el Señor nos hace templo, imaginemos que tenemos una casa y la arrendamos, los arrendatarios descuidan la casa e incluso la transforman en establo. ¿Que nos molesta? Que la casa no sea usada con el propósito correcto. Nosotros somos templo de Dios, esa es nuestra identidad y la oración no es un tema de necesidad solamente, sino de cumplir con el propósito por el cual Dios nos hizo su morada. Debemos llevar la presencia de Dios, ser conocidos como “casa de oración” discípulos en comunión con el Señor, llenos de su presencia como templos vivos. Desde este punto de vista la oración no se presenta como una necesidad sino como el resultado de la fe en lo que él nos ha hecho y debemos responder al Señor porque el templo es propiedad del que lo habita.






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