viernes, 28 de septiembre de 2018

Espíritu Santo y fuego


Después de la llegada de los hijos de Jacob (Israel) a Egipto pasaron unos 400 años y en ese tiempo la familia se multiplicó y se convirtió en una nación esclavizada, en ese momento volvieron sus ojos al Dios de sus padres y le clamaron, Dios en su gran misericordia los escuchó y se manifestó por primera vez de una forma jamás vista hasta ese momento, le habló a Moisés en medio de la zarza que ardía pero no se consumía, en esa manifestación la presencia de Dios se hacía visible para Moisés en la forma de una llama ardiente (Ex 3:3-6).


Luego en la salida del pueblo de Israel desde Egipto se manifestó como una columna de fuego que guiaba al pueblo durante la noche (Ex 13:21-22), y no sólo eso, cuando le entregó a Moisés las tablas de la ley en el monte Sinaí, el Dios todopoderoso se manifestó en su gloria y majestad como “fuego abrasador” (Ex 24:17). En otros casos se manifestó para traer juicio sobre el pueblo (Nm 11:1) o para mostrar obras prodigiosas (1R18:38, 2R 1:10-12).

Finalmente podemos concluir, a partir de estos y otros ejemplos, que la presencia de Dios se ha manifestado en muchos casos en la forma de fuego o llamas de fuego ardiente. Lamentablemente en la historia de Israel esa manifestación se perdió y solamente aparece en el nuevo testamento como una promesa dada por  el profeta Juan el Bautista respecto a la aparición de Jesucristo, el dijo “… el que viene tras mí…es más poderoso que yo, el os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt 3:11). Ésta profecía tuvo su claro cumplimiento el día del pentecostés cuando los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo que Jesús les habría prometido enviar, en ese momento la presencia del Espíritu Santo se hizo visible en la forma de llamas “como de fuego” que aparecieron sobre la cabeza de quienes lo recibieron  (Hch 2:3), en este caso nuevamente la presencia de Dios se ve como llamas de fuego al igual que la zarza ardiente.

Uno de los significados que podemos darle al fuego de Dios que acompaña a la presencia del espíritu Santo tiene que ver con el proceso de refinación de los metales, en este proceso el oro u otro metal es sometido al fuego para que las impurezas internas salgan a la superficie del metal fundido como escoria y puedan ser removidas. Por lo tanto el fuego de la presencia de Dios en nosotros, es para hacer salir las impurezas que  entendemos como pecado. El otro efecto de la presencia del Espíritu Santo en los discípulos que lo recibieron, fue la actitud evangelística que los motivó a hablar de las maravillas de Dios a todas las personas, el fuego los movía de tal manera que recibieron el don de hablar en otras lenguas para proclamar de su grandeza (Hch 2:13). 

Jesucristo había anunciado que ellos recibirían poder con un objetivo claro: dar testimonio de él, y el fuego del Espíritu Santo se mostró en el denuedo para llevar ese testimonio a Partos, Medos, Elamitas y a muchas otras nacionalidades en sus propios idiomas. No solamente eso, el fuego del Espíritu Santo les dio la pasión necesaria para enfrentar a todo el sistema tanto político como  religioso sin importar las consecuencias sobre sus propias vidas.

Esos discípulos llenos del fuego de Dios fueron castigados, azotados, torturados, amenazados de muerte, apedreados, pero en todas esas tribulaciones no eran amedrentados ni se detenía el obrar de Dios, al contrario oraban para que les concediera el poder predicar con mayor denuedo el testimonio de Cristo (Hch 4:29-31) y así llevaron el evangelio por todas partes. No podríamos calificar esa actitud como un simple entusiasmo, sino como el resultado del obrar del Espíritu Santo en forma de fuego que es capaz de trascender por sobre lo circunstancial o temporal de nuestra existencia.

Perfectamente podemos entender que el bautismo en fuego provoca una transformación en la actitud de vida respecto a la propagación del evangelio, en hebreos 1:7 se hace la siguiente descripción del bautismo de fuego que Cristo hace: Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego.”,  como vemos el único que puede encender la llama del espíritu en nosotros es el Señor Jesucristo y con eso nos hace” llamas de fuego”. Si recordamos los incendios forestales entendemos que todo comienza con una pequeña llama que luego se extiende rápidamente consumiendo todo a su paso.

Así como el fuego se puede apagar, si no se tiene el cuidado necesario, también se puede avivar. En primer lugar, el apóstol Pablo en 1° de Tesalonicenses 5:9 manda expresamente “no apaguen el fuego del Espíritu”  (DHH) y de este mandato podemos asumir que existe una responsabilidad colectiva en apagar el fuego del espíritu entre nosotros y por supuesto en forma individual, no es difícil comprender que es el pecado (desobediencia) el que apaga el fuego.  En segundo lugar Pablo le aconseja a su discípulo Timoteo:Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.” (2Ti 1:6). Claramente el consejo no es encender el fuego sino avivarlo porque ya había sido encendido, y hacerlo es una responsabilidad que recaia en el propio Timoteo. 










Escudriñando las Escrituras:


Lectura: Hechos 1:8
El Señor promete a sus discípulos que recibirían poder del Espíritu Santo ¿con qué propósito?

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Lectura: Hechos 5:40-42
Los apóstoles fueron azotados por hablar en el nombre de Jesucristo y se les prohibió que continuaran haciéndolo, luego puestos en libertad ¿que hicieron?

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Lectura: Hechos 8:5-7
Felipe llega a samaria huyendo de la persecución desatada en Jerusalén.

¿Que Predicaba felipe? R:___________________________

¿Que señales hacia?    R:___________________________


Lectura: hechos 8:31
Los apóstoles Pedro y Juan fueron amenazados por dar testimonio de Cristo, y luego al reunirse nuevamente con los hermanos oraron ¿que aconteció después?


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