Estamos en un mundo que se aleja cada vez más de los valores
cristianos y le está dando la espalda al matrimonio y la familia tal como el
Señor la creó. En nuestro país son cada vez más los que viven en pareja sin
adquirir un compromiso matrimonial o que llegan a él después de varios años de
convivencia, el argumento que presentan se fundamenta en que es el amor lo que
debe mantener a una pareja unida y no el compromiso o la obligación del
“contrato” matrimonial. Entonces surge la pregunta ¿el matrimonio es por amor o
por compromiso?
Para responder esa pregunta
revisemos el origen, la unión entre un hombre y una mujer para formar una
familia fue instaurada por Dios en el momento de la creación, su propósito era
tener hijos a través de Adán y Eva semejantes de Jesucristo. No fueron ellos
los que definieron que se unirían para formar una familia teniendo hijos, es
por eso que Dios define los términos de la unión entre el hombre y la mujer, en
Marcos 10:7-9 Jesucristo dice: “Por esto
dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,8 y los dos
serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. 9 Por
tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Aquí
plantea los términos esenciales de la unión matrimonial que implica la unión
sexual y además nos muestra que el propósito es llegar a ser uno, de la misma
manera en que el Señor plantea la perfecta unidad, Dios no hizo el matrimonio para la felicidad del hombre y la mujer sino
para que sean uno, es la unidad la que lleva a la felicidad y no al contrario.
El otro punto de extraordinaria importancia es el que se expresa en el
versículo 9: “lo que Dios juntó” y esa es la prueba más evidente que nos señala
que cada matrimonio está unido porque Dios los juntó, no fue el amor romántico
porque es lo que viene después que él los junta, esta verdad es válida tanto
para creyentes como para no creyentes. En todo el mundo quienes se casan hacen
la misma promesa, estarán juntos hasta que la muerte los separe, y es
claramente independiente de la cultura, es tan universal porque fue instituido
por Dios, por lo tanto si Dios los juntó tiene todo el derecho a decir cómo
debe ser la unión matrimonial.
PACTO MATRIMONIAL
Cuando un hombre y una
mujer se casan, hacen un compromiso voluntario de amarse y respetarse hasta que
la muerte los separe, a este pacto le llamamos matrimonio, y es precisamente el
matrimonio el que garantiza la estabilidad y el total desarrollo del amor entre
ambos y la protección de los hijos. Por lo tanto no es el amor lo que debe
sostener al matrimonio sino al contrario, es el matrimonio lo que sostiene al
amor. Si sostenemos el matrimonio en el amor entonces nadie puede asegurar que,
con el transcurso de los años, ese sentimiento no tenga fluctuaciones y
producto de ellas se debilite el matrimonio. Por lo tanto los sentimientos no
son un fundamento estable para el matrimonio, porque son especialmente
vulnerables a los cambio en la conducta del hombre o la mujer, a las diferencia
de carácter o incluso a las dificultades de la vida. Entonces la voluntad
comprometida en el matrimonio es la garantía que se necesita para desarrollar
familias unidas, para enfrentar y solucionar los problemas y en definitiva para
luchar y poner todo de nuestra parte en mantener la unidad que Dios quiere.
LA PERFECTA UNIDAD EN EL
MATRIMONIO CRISTIANO
Cuando hablamos de la perfecta unidad nos referimos a estar
unidos, como hijos de Dios, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo (Jn
17:22),y aunque la oración del Señor Jesucristo es por la Iglesia también se
puede aplicar perfectamente a los matrimonios, Juan 17:21 puede interpretarse
de la siguiente manera ” para que (ej: Juan y su esposa Maria)
ellos dos sean uno; como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también
ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” es
de esa manera que la perfecta unidad se puede experimentar en el matrimonio,
estando ambos unidos a Cristo. Esto nos lleva a la conclusión que nuestro
matrimonio debe estar fundamentado en él y no solo eso, sino que el Señor debe
estar incluido en el matrimonio, no puede ser un espectador externo que sirve
sólo como un testigo que asistió a nuestro matrimonio y delante de él nos
casamos y que no se debe meter en nuestros problemas. La pregunta que surge es
¿Cómo puede el Señor ser parte del matrimonio?, en primer lugar el matrimonio
no es nuestro sino del Señor, y debemos entregárselo a él para que lo gobierne,
y en segundo lugar el pacto matrimonial debe incluirlo a él porque Jesucristo
es el Señor del matrimonio.
PACTO MATRIMONIAL CON EL SEÑOR.
En la mayoría de las ceremonias matrimoniales quien dirige dice
algo así: “Hermanos estamos en presencia de Dios para que él sea testigo de los
votos matrimoniales de esta pareja…”, y precisamente el Señor queda solo como
eso, un testigo más, y no pensamos que si se casan dos hijos de Dios él
es el padre de la novia. En casi todas las culturas el novio al pedir la mano
de la novia va donde el padre de ella e inevitablemente se compromete con él a
amar y cuidar de su hija, es decir el primer pacto lo hace el novio con el
padre de la novia. En nuestro caso
deberíamos hacer el pacto matrimonial con el Señor y el novio decirle: “Señor
me comprometo contigo a amar, cuidar y respetar a tu hija….., hasta que
la muerte nos separe” y la novia de la misma
forma: “Señor me comprometo contigo a amar y sujetarme a mi marido hasta que la
muerte nos separe”. De esta forma es el Señor el garante del pacto matrimonial
y deja de ser testigo de la boda para transformarse en el Señor del matrimonio.
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