martes, 6 de noviembre de 2018

Orar, Oír, Obedecer


A diferencia de lo que muchos pudiéramos pensar, amar a Dios no es un sentimiento etéreo que produce una emoción determinada cuando estamos en su presencia, amar a Dios implica acciones concretas que nos muestran lo verdadero de ese amor, el Señor Jesucristo lo enseña de la siguiente manera en Juan 14:23: “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.”Como vemos, el amor a Dios es demostrable y se concreta en guardar
su palabra, este término se refiere a atesorar y principalmente poner por obra la palabra de Dios, es decir Obedecerla y quien guarda la palabra se convierte en morada de Dios. Finalmente ser morada de Dios se manifiesta al exterior en que guardamos y obedecemos su palabra.  

Desde el punto de vista del Reino de Dios la desobediencia constituye una resistencia a la autoridad Suprema del Señor Jesucristo y al contrario, la obediencia implica un acto de reconocimiento a su soberanía. Con la obediencia mostramos el debido respeto a su autoridad y con ella también le damos la honra, a mayor obediencia el Señor recibe mayor honra de nuestra parte.        
Para obedecer a Dios debe haber en nosotros una actitud como la que hubo en Jesucristo, él estuvo dispuesto a obedecer aunque eso le significó humillación y sufrimiento aquí en la tierra, Filipenses 2:8 nos dice:”y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”  Para nosotros la obediencia a Dios también significa el sacrificio y la muerte de nuestra carne, debemos sacrificar el deseo de hacer nuestra propia voluntad y hacer la de él.
La revelación del Reino de Dios nos ha mostrado que el hombre y su salvación no es el centro del propósito eterno de Dios, el quiere tener una familia de muchos hijos semejantes a Cristo, en este concepto está implícito la calidad de obediencia ya que es a la medida y semejanza de Jesucristo. El Reino de Dios es un camino que nos lleva desde un punto de partida, la desobediencia a Dios, hasta un punto de llegada: la obediencia a su voluntad. En Mateo 7:21 Jesús dice:” No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”
De esa manera toda nuestra vida en Cristo debe estar orientada a hacer su voluntad, primero la conocemos, luego la vivimos y después podemos enseñar a otros a hacerla. Por este motivo todo en el reino de Dios tiene sentido ya que nos conduce a la obediencia a la autoridad máxima, el Señor Jesucristo, las enseñanzas, la palabra de Dios revelada, el Espíritu Santo, los dones, la fe, todos son ríos que deben converger hacia un propósito final.   

 
Incluso la comunión íntima, tendrá un sentido más completo porque a través de ella podemos hacer la misma pregunta que hizo Saulo de Tarso: Señor ¿qué quieres que haga?
Finalmente podemos establecer una estrategia llamada: “las tres O” ésta nos puede ayudar a dar un sentido práctico y concreto a la comunión íntima o la oración para recibir de parte de Dios una palabra particular o personal.
 

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