martes, 13 de noviembre de 2018

El enojo y la ira


Una de las primeras enseñanzas que dio Jesucristo en el sermón del monte es sobre el enojo y la ira, para definir brevemente estos dos conceptos podemos decir que el enojo es un estado emocional que puede manifestarse con diferentes intensidades, desde una molestia pequeña hasta la ira o furia intensa,  el mandamiento del Señor lo podemos ver en Mateo 5:22 que nos dice: "Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano será culpable en el juicio.
Cualquiera que le llame a su hermano ‘necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llame ‘fatuo’ será expuesto al infierno de fuego.” El Señor Jesucristo nos ha puesto una barrera más alta que la ley de Moisés que dice: “no mataras”, él nos enseña que debemos desechar de nosotros el enojo y la ira, que nos lleva a insultar u ofender a un hermano, y como resultado somos expuestos al infierno de fuego.  
   
La ira, fruto de la naturaleza carnal.


Jesucristo nos enseña que el hombre natural posee una naturaleza carnal, terrenal y animal, esta naturaleza no la podemos convertir en una naturaleza espiritual, porque lo que nace de la carne solo engendra su propia naturaleza carnal (Jn 3:6), es por eso que es absolutamente necesario nacer de nuevo. La ira es uno de los frutos de esta naturaleza animal y terrenal (Gal 5:19), lo podemos ver gráficamente en el comportamiento de algunos animales, por ejemplo en una pelea entre perros, la ira los puede llevar a agredirse seriamente incluso con resultado de muerte.


No podemos asociar la ira con la naturaleza espiritual del nuevo hombre, ya que los frutos de ésta naturaleza son contrapuestos a la ira,  entonces debemos asumir que el enojo es una emoción asociada directamente a nuestra naturaleza carnal.


Sabemos que la naturaleza carnal debe morir por lo tanto la ira que puede estar en nosotros debe morir, no es posible que pensemos que se puede domesticar y transformar en serenidad y control, tampoco es la idea de controlarla contando hasta 10, porque tarde o temprano se mostrará cuando estemos pasando por una situación límite y no estemos pendientes de mantenerla controlada.
(puedes revisar El viejo hombre debe morir


¿Porque es tan importante hacer morir la ira?
Muchos de los frutos de la carne nacen de ella por ejemplo: los pleitos, las contiendas, las enemistades, los gritos(Ef 4:31), las ofensa e insultos (Mt 5:22) sin ira cada una de estas manifestaciones no tendrían razón de ser. Para quienes no la hacen morir, es ella la que termina dominándolos, y todo dominio tiene su origen en las tinieblas, es Satanás quien finalmente domina estas reacciones aunque se traten de evitar o se luche contra ellas. El dominio de las tinieblas se ve claramente en aquellos que no han nacido de nuevo, el Apóstol Pablo los describe como personas que por su naturaleza son “hijos de ira” (Ef 2:3), en ellos la ira es el sello que los identifica, no necesariamente se manifiesta en forma abierta, pero podemos descubrirla porque está asociada a otras manifestaciones de la carne como el enojo, el rencor, la falta de perdón, y el deseo de venganza.

¿Nos podemos airar?

Tenemos que hacer una diferencia entre airarnos y ser dominados por la ira, a nosotros como hijos de Dios, el Señor Jesucristo nos ha dado libertad de todo dominio de las tinieblas eso incluye el dominio de la ira, no podemos adaptarnos a convivir con ella, porque no podemos estar otra vez en la esclavitud de la cual Cristo nos recató. Sin embargo el Apóstol Pablo nos da la siguiente concesión en Efesios 4:26-27:  Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,  ni deis lugar al diablo. En este caso se nos permite la emoción, podemos airarnos, pero lo que no debemos hacer es dejarnos llevar por la ira y descargar toda esa ira insultando, peleando o gritando al prójimo. Tampoco es válido que, por causa de la ira y en momentos de enojo, digamos “verdades”, con el pretexto de ser honestos, pero en el fondo es para herir a otros, porque cada vez que damos “rienda suelta” a la ira damos lugar al dominio de Satanás sobre nosotros. 

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