Circula
por internet una historia de origen muy incierto, no se sabe si es verdadera o
es sólo otro mito, esta historia cuenta que unos científicos, queriendo
estudiar el aprendizaje del comportamiento, pusieron en una jaula a cinco
monos, en la misma jaula pusieron una escalera y arriba de ella un racimo de
plátanos. Uno de los monos vio los plátanos y subió por la escalera para comer
algunos, en ese momento los monos que estaban abajo fueron rociados por un
chorro de agua fría. Luego subió otro y paso lo mismo, los que quedaban abajo
eran rociados con agua fría, esto se repitió por un tiempo hasta que los
monos
se dieron cuenta que ninguno de ellos debía subir por la escalera, por esto al
próximo que quiso subir lo golpearon entre todo y no lo dejaron. En la segunda
fase del experimento sacaron a uno de los cinco monos y pusieron en la jaula a
uno nuevo, éste, cuando vio la escalera y los plátanos, quiso subir pero
inmediatamente los demás lo golpearon y no lo dejaron, ocurrió lo mismo varias veces
hasta que el mono nuevo aprendió que no debía subir. Luego cambiaron a otro de
los monos originales y pusieron en la jaula a otro mono nuevo, con éste paso lo
mismo que con el anterior y además el primer mono nuevo participó en la golpiza.
Cambiaron a todos los monos y no quedó ninguno de los originales que
había sido rociados con agua y sin embargo a cualquier mono nuevo que entrara a
esa jaula los demás lo golpeaban si quería subir por la escalera. Si le
preguntamos a los monos ¿Por qué nadie puede subir por la escalera? La
respuesta sería: “no sé, cuando yo llegué a esta jaula las cosas se hacían así
y las vamos a seguir haciendo igual”. Thomas Khun llamó a este modelo de
comportamiento aprendido, “paradigma”. Un paradigma es un modelo o método de
hacer las cosas que heredamos y mantenemos pensando que así se deben hacer,
pero no nos preguntamos si es posible que se hagan de forma diferente, incluso
muchas veces no aceptamos esa posibilidad.
En
nuestra vida en Cristo puede pasarnos lo mismo, nos acostumbramos a hacer las
cosas de una forma determinada, vamos a las reuniones de discipulado, a los
cultos del día Domingo porque hemos visto que en esta comunidad las cosas se
hacen así, y pensamos que es la forma correcta de hacerlas sin preguntarnos si
es la única manera como se pueden hacer. Con el tiempo vamos descubriendo
“formas de ser discípulo” y nos mantenemos en ellas simplemente porque
resultan. Nos acostumbramos a escuchar una y otra enseñanza pensando: “que
buena palabra”, pero finalmente se acumulan sin llegar a hacerse vida en
nosotros.
Así
muchos hemos adoptado una manera de vivir que nos acomoda y la perpetuamos,
oramos y leemos la palabra cuando estamos en apuros, ocultamos la realidad que
pasa en nuestra casa, etc, sin preguntarnos ¿es esto lo que el Señor quiere de
mí?, hemos oído mucho del Reino de Dios y todavía no nos dejamos gobernar por
el Espíritu Santo. El Señor quiere un cambio de mentalidad, una actitud nueva,
que dejemos de hacer las cosas como lo hemos hecho hasta ahora y nos sumerjamos
definitivamente en el río que viene de su trono, muchos nos hemos metido sólo
en la orilla, con el agua hasta los tobillos, pero el Señor quiere que
avancemos, que dejemos de tocar el fondo del río para que definitivamente
demos el paso de dejarnos llevar por la corriente de Dios que es el
obrar del Espíritu Santo (Ez 47:2-5). Es verdad, para que esto suceda debemos dejar la
comodidad, dejar que el Señor rompa las estructuras que hasta ahora hemos
adoptado y dejar que él nos lleve en su corriente a lugares que no imaginamos.
Nada de esto es posible si nos exponemos a estar en su presencia en comunión
íntima, si no guardamos el tiempo necesario para estar con él. En la medida que
lo hacemos él romperá nuestros paradigmas y cambiará nuestra historia tanto
personal como colectiva, necesitamos un cambio de actitud.
Estamos
por terminar el año, sabemos que para Dios no hay calendarios que lo
encasillen, pero para nosotros significan periodos, ciclos de término e inicio
y como dicen: “año nuevo, vida nueva”. El Señor ha querido que justamente en
esta fecha, al término del 2018, la comunidad de Concepción nos traslademos a
nuestro nuevo local de reuniones, para iniciar el 2019 en una “casa nueva”.
También es cierto que allí no hay mayor presencia del Señor que donde estamos,
porque nosotros somos la morada de Dios, sin embargo nosotros podemos hacer la
diferencia entre seguir igual que hasta ahora o romper nuestro propio paradigma
de vivir a Cristo, comenzar vivir en el Espíritu y sumergirnos en el río de Dios.
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