lunes, 12 de noviembre de 2018

Amor de Dios y amar a Dios


La historia de la humanidad es la historia de una familia dividida cuyo padre sufrió en carne propia el rechazo de sus hijos, como todo padre Dios quiso tener una familia unida, estar en armonía con sus hijos, pero el hombre le dio la espalda desechando su autoridad y su dirección, prefirió su propio camino. No le importó el plan que Dios tenía de formar una familia de muchos hijos semejantes a Jesucristo (Rm 8:29). Lejos de su padre el hombre  quería  hacer
su propia voluntad y aún así Dios sigue amándonos y tomó la iniciativa y como muestra de ello en el evangelio de  Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Con absoluta certeza podemos decir, que nadie nos ha amado de esa manera, solo él ha mostrado su amor por nosotros con el sacrificio de sí mismo. Dios, el padre, lo ha hecho para reunificar a su familia y no sólo él, sino que Jesucristo el hijo primogénito, se ha sacrificado para darle a su padre la alegría de volver a unir la familia. ¿Porque nos ha amado tanto? Es claro que la respuesta no está en nosotros mismos, Dios nos ama, en primer lugar porque él es amor (1Jn 4:8), es su propia definición, él es la fuente generadora del amor y no podemos pedirle que se olvide de nosotros o que no nos ame porque la muestra de su amor ya fue consumada en la cruz,  y en segundo lugar nos ama porque somos sus hijos, su familia, como padres podemos entender que él quiere lo mejor para sus hijos, nos reserva el mejor de los propósitos, algo que ni siquiera podemos imaginar (1 Cor 2:9) y no ha renunciado a conseguir su propósito eterno. Esto constituye el fundamento de fe que requerimos para comprender el accionar de Dios, el nos ama y por ese amor hemos sido rescatados, traídos de las tinieblas a su luz admirable.       
AMAR A DIOS (fundamento de obediencia)
Hemos usado el planteamiento de familia para entender el amor de Dios por sus hijos, pero para entender la voluntad de Dios usaremos el planteamiento del Reino de Dios, considerando que volver a entrar a la familia de Dios equivale a entrar a su Reino. En el Reino de Dios Jesucristo es el Señor y en su calidad de gobernante supremo él debe establecer mandamientos que rigen el corazón y se manifiestan externamente en nuestro comportamiento. La primera pregunta que podríamos plantear seria ¿Cuales son los mandamiento más importantes?, esta pregunta ya fue hecha por un fariseo a Jesucristo y está registrada en Mateo 22:36-38 dice: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento.” El Señor estaba citando la ley de Moisés y aunque hoy no estamos bajo la ley, éste mandamiento permanece para siempre. Si amar a Dios por sobre todas las cosas es el más grande mandamiento, entonces desobedecerlo debería ser el mayor pecado, ya que la desobediencia a la ley del Señor constituye un desafío a su autoridad.
La Iglesia de Éfeso recibió un mensaje de parte del Señor, él conocía todos sus hechos, su fidelidad y el celo que tenían por el evangelio, pero había algo que tenía en contra de ellos: “pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Ap 2:4), eso significaba que no le amaban con todo el corazón, el alma y la mente y esto era desobediencia al mayor de los mandamiento, por tanto él les dice en Apocalipsis 2:5: Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.” El amor que el Señor estaba reclamando no era amor a su nombre, a la palabra revelada o a la Iglesia sino que reclamaba amor hacia su persona, a él debían amar por sobre todo lo demás y no amarle debía ser motivo de arrepentimiento. Es posible que la Iglesia de Éfeso haya tenido total claridad de la doctrina, sin embargo habían dejado de hacer las primeras obras y al parecer eran precisamente las que mostraban y reflejaban el amor a Cristo. Amar a la persona de Cristo implica, necesariamente mantener una búsqueda de  una relación personal con él, es imposible amar a quien no se conoce o con quien nunca hemos pasado tiempo, también es dejar la comodidad, es volver al fuego del principio, es dejar la apatía de cumplir sólo lo necesario y no “darlo todo en la cancha” por el Señor.    
Para evitar ambigüedades el propio Señor Jesucristo nos dice en el evangelio de Juan 15:10 lo que él espera de nosotros: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”. La expresión concreta del amor hacia él se manifiesta en la obediencia a sus mandamientos, y el tono de la expresión “si guardáis” es claramente condicional, dicho en otras palabras el Señor nos ama y quiere que permanezcamos en su amor obedeciendo sus mandamientos.





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