jueves, 7 de febrero de 2019

El reino de Dios y el dominio de las tinieblas


El Reino de Dios no se inicia con el edén, antes de de eso Dios creó todas las cosas como un ejercicio de su autoridad (Gn 1:3), solo su palabra fue necesaria para que la materia obedeciera. Es por ese motivo que la creación visible es parte del Reino de Dios, él gobierna sobre ella y el hombre fue la culminación de su acción creadora. Estando Adán y Eva en el Edén vivían de acuerdo a la voluntad de Dios, habían sido creados a su imagen y semejanza, no había en ellos desobediencia y disfrutaban de todas las bondades de ser hijos amados teniendo comunión con el creador. Estando bajo su autoridad Dios los puso sobre el resto de la creación en la tierra. (Gn 1:27-28).
En contraposición, al momento de la creación del hombre, Satanás ya había iniciado su rebelión contra el gobierno universal y ahora su intención era corromper al hombre poniendo en él resistencia y cuestionamiento a la autoridad. En el momento en que Adán y Eva desobedecieron, salieron de estar bajo la autoridad de Dios y se colocaron bajo la autoridad de Satanás, éste cambio hizo que cayeran al dominio de las tinieblas. La diferencia entre ambos es que estando bajo el gobierno  de Dios el hombre pudo decidir salir de él, pero una vez que estaba en el dominio de las tinieblas ya no podía volver atrás y salir, aunque lo quisiera. La rebelión y desobediencia del hombre afectó a toda su descendencia porque desde ese momento en adelante quedaría bajo el dominio de las tinieblas y así todos hemos heredado este pecado original (Rm 3:23), la desobediencia a Dios. Lamentablemente no solo el hombre y su descendencia quedaron en el dominio de las tinieblas, toda la creación que había sido puesta bajo su autoridad cayó junto con él. Por eso Dios le dijo al hombre: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo” (Gn 3:17).
Estar bajo el dominio de las tinieblas no significa que seamos satánicos o que le rindamos culto a él en ritos demoníacos, es simplemente obedecer la naturaleza que Satanás puso en nosotros y que nos lleva al pecado de desobedecer a Dios. Nadie puede salir de este dominio por si mismo porque fue puesto en nuestro ADN e inevitablemente pasó a ser parte de la naturaleza humana. 
Con el pecado dentro de la naturaleza humana estamos bajo su dominio y al desobedecer a Dios practicamos el pecado y Jesús dijo:”…De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.”  No se trata solo de desobedecer a Dios, es una esclavitud de la cual no se puede escapar.
En el dominio de las tinieblas existe un sólo mandamiento: no obedezcas, haz tu propia voluntad. La desobediencia está puesta en el corazón, es ahí en donde nace el deseo de hacer nuestra propia voluntad.

ENTRAR AL REINO DE DIOS.

No había esperanza, el hombre no podía volver a entrar al reino de Dios, pero gracias a su pura misericordia el mismo proveyó un camino para que pudiéramos salir del dominio de las tinieblas. Cristo murió en la cruz para que nuestros pecados fueran perdonados y así anuló la sentencia que nos impedía entrar a su reino. (Col 2: 13-15).
 “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”.
El triunfo de Jesucristo en la cruz significa nuestra liberación, la libertad a la fuimos llamados es de las ataduras del pecado, de la maldición de ser desobedientes a Dios.

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