Todos nosotros estamos familiarizados con un Dios que no es
castigador no castiga a su hijos por sus pecado, pero no recapacitamos en el
hecho de que para que nosotros no recibiéramos castigo Jesús fue castigado. Con
su muerte Jesucristo sufrió el castigo que nosotros deberíamos haber
recibido por nuestro propio pecado y así
concretó nuestra “salvación”. Es decir existe un castigo por nuestros pecados pero no lo
pagamos nosotros sino Jesucristo, sin su sacrificio ningún hombre podría ser
perdonado.
LA ENTRADA AL REINO DE DIOS
Para el hombre, que estaba destituido del Reino de Dios, el
hecho más trascendente de la historia es, sin lugar a dudas, el sacrificio de
Jesucristo en la Cruz porque es lo único que pudo abrir una puerta de acceso
desde el dominio de las tinieblas hasta el Reino de Dios. El segundo hecho que
trasciende los tiempos fue que el padre lo resucito de entre los muertos, lo
sentó a su diestra y le dio un nombre sobre todo nombre, toda autoridad le fue
dada para que toda rodilla se doble ante él.
Estas dos verdades son tan importantes para la existencia de
la humanidad que deben ser publicadas, anunciadas y proclamadas a todo el
mundo. Jesús, después de su resurrección y antes de ascender al cielo les dio a
sus discípulos la tarea de divulgar la gran noticia en Lucas 24:46-47 se registra: “y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario
que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se
predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las
naciones, comenzando desde Jerusalén”. La buena noticia es que “hay perdón para nuestros pecados” Dios
nos perdona si nos arrepentimos, si le pedimos perdón de todo corazón y
cambiamos de actitud, el borra el pecado original y nos libra, ya no estamos
atados por el dominio de las tinieblas, Satanás no tiene potestad sobre
nosotros porque con el perdón de Dios se rompe la herencia, la maldición de
estar encadenado y en las tinieblas. Con el perdón estamos reconciliados con
Dios y cambia nuestra filiación porque pasamos a ser hijos de Dios (Ef 1:5) y
como hijos herederos de su “ADN” en nosotros se borra toda la herencia de la
carne, toda tendencia natural, animal y demoníaca para recibir toda bendición
espiritual (Ef1:3).
Cuando somos
perdonados entramos al reino de Dios. El perdón de Dios no tiene solo el
objetivo de librarnos de nuestras faltas sino para que el hombre pueda volver a
estar en su Reino.
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