miércoles, 20 de febrero de 2019

La buena noticia



Todos nosotros estamos familiarizados con un Dios que no es castigador no castiga a su hijos por sus pecado, pero no recapacitamos en el hecho de que para que nosotros no recibiéramos castigo Jesús fue castigado. Con su muerte Jesucristo sufrió el castigo que nosotros deberíamos haber recibido  por nuestro propio pecado y así concretó nuestra “salvación”. Es decir existe un castigo por nuestros pecados pero no lo pagamos nosotros sino Jesucristo, sin su sacrificio ningún hombre podría ser perdonado.
Por eso no podemos interpretar los eventos difíciles de nuestra vida como un castigo de Dios a causa de algún pecado que hayamos cometido, él no nos castiga, Hebreos 12:6 dice: “Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.” El concepto que debemos entender es que nosotros somos disciplinados, corregidos por Dios. La diferencia entre castigo y corrección es el proceso, el castigo es la instancia final para una acción incorrecta o fallida, mientras que la corrección es una acción intermedia del proceso de aprendizaje, fallamos en hacer la voluntad de Dios luego él nos corrige para que, al volverlo a hacer, no cometamos el mismo error. Esa es una forma de entender la gracia de Dios que hemos recibido, mereciendo el castigo por nuestras culpas, no somos castigados para corregir nuestras acciones.   

LA ENTRADA AL REINO DE DIOS

Para el hombre, que estaba destituido del Reino de Dios, el hecho más trascendente de la historia es, sin lugar a dudas, el sacrificio de Jesucristo en la Cruz porque es lo único que pudo abrir una puerta de acceso desde el dominio de las tinieblas hasta el Reino de Dios. El segundo hecho que trasciende los tiempos fue que el padre lo resucito de entre los muertos, lo sentó a su diestra y le dio un nombre sobre todo nombre, toda autoridad le fue dada para que toda rodilla se doble ante él.

Estas dos verdades son tan importantes para la existencia de la humanidad que deben ser publicadas, anunciadas y proclamadas a todo el mundo. Jesús, después de su resurrección y antes de ascender al cielo les dio a sus discípulos la tarea de divulgar la gran noticia en Lucas 24:46-47 se registra: “y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. La buena noticia es que “hay perdón para nuestros pecados” Dios nos perdona si nos arrepentimos, si le pedimos perdón de todo corazón y cambiamos de actitud, el borra el pecado original y nos libra, ya no estamos atados por el dominio de las tinieblas, Satanás no tiene potestad sobre nosotros porque con el perdón de Dios se rompe la herencia, la maldición de estar encadenado y en las tinieblas. Con el perdón estamos reconciliados con Dios y cambia nuestra filiación porque pasamos a ser hijos de Dios (Ef 1:5) y como hijos herederos de su “ADN” en nosotros se borra toda la herencia de la carne, toda tendencia natural, animal y demoníaca para recibir toda bendición espiritual (Ef1:3).
Cuando somos perdonados entramos al reino de Dios. El perdón de Dios no tiene solo el objetivo de librarnos de nuestras faltas sino para que el hombre pueda volver a estar en su Reino.




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