miércoles, 13 de febrero de 2019

La ira de Dios


Sin duda, para Dios fue un gran golpe el hecho que Adán y Eva desecharan su Gobierno, pero él no renuncio a la idea de tener una gran familia de muchos hijos semejantes a Jesús. Más adelante en la historia, formó la nación de Israel a partir de los descendientes de Abraham, pero lamentablemente la semilla de la desobediencia corrompió nuevamente el corazón del hombre, el pecado original aparecía una y otra vez para apartar al hombre de su creador.
Todos vemos a Dios como un padre amoroso que nos tiene una paciencia infinita, que no nos castiga por nuestras desobediencias. Sin embargo esto no fue siempre así, el Salmo 78 nos hace un relato de como Israel desobedecía y le daba la espalda, esto hacia que Dios se enojara contra su pueblo y lo castigara:
Por tanto, oyó Jehová, y se indignó; Se encendió el fuego contra Jacob, Y el furor subió también contra Israel, Por cuanto no habían creído a Dios, Ni habían confiado en su salvación. (Sal 78:21-22)
Vino sobre ellos el furor de Dios, E hizo morir a los más robustos de ellos, Y derribó a los escogidos de Israel. Con todo esto, pecaron aún, Y no dieron crédito a sus maravillas. (Sal 78:31-32).
Cada vez que el pueblo pecaba desobedeciendo a Dios él se enojaba y su ira se acumulaba hasta que los dejaba morir a manos de sus enemigos como castigo (Sal78:56-59). La justa ira de Dios es contra el pecado, la desobediencia del hombre a su Gobierno, porque es la  creación rebelándose contra su creador, ignorando y desafiando su soberanía. La ira de Dios sólo era aplacada por el castigo aplicado sobre quienes se rebelaban contra su autoridad. Uno de los ejemplos más claros lo tenemos en el caso de la rebelión de Coré, él y su gente se oponían y cuestionaron la autoridad de Moisés sobre el pueblo de Israel, y Dios abrió la tierra y todos ellos cayeron y murieron (Nm 16:31-32), después de eso el pueblo siguió cuestionando a Moisés y murieron 14.700 personas (Nm16:49).
Todo lo anterior nos hace sacar un par de conclusiones:
1.   Dios se enoja cuando pecamos.
2.   Para aplacar la ira de Dios quien peca debe ser castigado.       

LA IRA DE DIOS HA SIDO APLACADA.
La desobediencia a Dios es grave, más que por la acción del pecado, por la actitud de desafío a la autoridad que ello implica, se cuestiona su soberanía y eso ningún gobernante lo puede tolerar. Dios no ha cambiado, se enoja por la desobediencia y la castiga. Y por esto glorificamos a Dios: porque siendo desobedientes a sus mandatos no hemos recibido el castigo que merecemos, gracias a que Jesucristo pago el precio de nuestros pecados.
La ira de Dios contra nosotros no cayó sobre nosotros mismos sino sobre Jesucristo Isaías 53:5-6 dice: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”.
La ira de Dios por el pecado de todos nosotros fue descargada en Jesucristo cuando fue crucificado y él sufrió el castigo por el pecado. Desde ese momento en adelante la ira de Dios fue aplacada, ya no siente enojo. Por eso nos perdona sin castigarnos por nuestras faltas, Cristo fue castigado en nuestro lugar. Como sabemos el castigo de Dios por el pecado es la muerte, pero en Cristo tenemos vida y vida en abundancia.
Ahora podemos ser perdonados por Dios si cumplimos solamente dos requisitos:
1.   Creer que el sacrificio de Jesucristo en la cruz es suficiente para el perdón de nuestros pecados.
2.   Arrepentirnos y pedir perdón a Dios por la desobediencia y la rebelión de nuestro corazón.



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