lunes, 27 de agosto de 2018

El viejo hombre debe morir


Una de las grandes dificultades que tenemos en nuestra  vida nueva es la “guerra” que se genera en nosotros mismos entre ambas naturalezas, la carnal y la espiritual. Esto debido a que, en primer lugar,  la naturaleza carnal tiene un instinto animal de supervivencia y se resiste a desaparecer y se opone a la nueva naturaleza espiritual. En la guerra entre la naturaleza  carnal y la espiritual siempre ganará la que esté mejor alimentada, sin embargo el Apóstol Pablo nos enseña que debemos
“HACER MORIR” (Ro 8:13),  mediante el espíritu, las obras de la carne porque si mantenemos viva la naturaleza carnal siempre guerreará con el espíritu, por lo tanto si el enemigo está muerto se termina la guerra. Es por eso que para nacer de nuevo, esta vez del agua y del espíritu, se debe “matar a la carne” y desde la misma acción nacer de nuevo. En otro pasaje (Ro 6:6) nos enseña que el viejo hombre debe ser “crucificado” y destruido para que ya no sirvamos mas a la carne o al pecado.   Con la crucifixión de la carne y la destrucción del enclave que el mismo Satanás conserva en nosotros, se termina la guerra, no hay más batallas y podemos disfrutar de la libertad que Cristo nos dio para obedecer a Dios, él no nos quiere batallando indefinidamente contra la carne pero quienes no matan a la carne siempre estarán batallando.

La humillación de reconocer nuestros pecados y pedir perdón a Dios y no sólo eso sino también pedir perdón a quien hemos ofendido es definitivamente el acto por el cual hacemos morir a la naturaleza carnal,  para evitar el paso por la humillación muchas veces  tratamos de “domesticarla” o por lo menos, mantenerla controlada, para graficar lo absurdo que es pretender hacerlo, imaginemos que tenemos una granja y en un bosque cercano encontramos a un lobo mal herido, producto de una feroz pelea con otro de su especie, está al borde de la muerte, nos parece indefenso e inofensivo y decidimos llevarlo a la granja, lo acomodamos en una casa para perros y le  damos todos los cuidados y el amor que necesita para recuperarse, tenemos la esperanza de que con eso lo domesticaremos y el amor lo convertirá en un perro guardián que nos hará compañía. Pasado un tiempo el animal empieza a recuperar sus fuerzas hasta que finalmente sana por completo. Un día nos damos cuenta que a pesar de tener comida suficiente el lobo ataca a las gallinas, y empieza a tener un comportamiento hostil, otro día ataca a uno de nuestros hijos y nos damos cuenta que es capaz de atacar a nuestra esposa e incluso a nosotros mismos. Supongamos que el lobo representa la ira, una manifestación de la naturaleza animal, terrenal, demoníaca, podemos mantener la ira oculta en el fondo de nuestro corazón en una “casa para perros” como si fuera un animal inofensivo y nadie se dará cuenta, hasta que en un momento reacciona de acuerdo a su naturaleza y esa ira nos hace agredir a nuestros hijos, nuestra esposa e incluso a nosotros mismos. Por lo tanto la solución no es domesticar, educar ni siquiera dominar a la naturaleza animal porque tarde o temprano se mostrará en su real comportamiento. 
La primera lucha que debemos dar no es directamente contra un pecado en particular sino contra la falta de humillación al no reconocer y pedir perdón por nuestros pecados. Cuando nos humillamos y más aún, nos rendimos delante de su soberanía, es el Señor quien nos arranca el corazón de piedra y nos pone un corazón de carne. Es su obra la que nos limpia de todo pecado santificándonos por su propia muerte en la cruz, no son nuestras buenas intenciones sino su perdón.  
LAS MASCARAS

La naturaleza animal se niega a morir, se resiste, usa toda su astucia para mantenerse viva. Una de sus mejores estrategias  es el camuflaje, usa una máscara de religiosidad para cambiar su apariencia de tal manera que nadie pueda descubrirla,  modera sus reacciones, esconde esos pensamientos oscuros, murmura secretamente dentro de nosotros, cuestiona y critica en lo profundo de nuestra mente, incluso nos convence que no necesitamos arrepentirnos de nada, porque ella sabe que en el momento en el que nos humillemos delante de Dios, pidiendo perdón va a recibir un golpe mortal. 
Nos dice:“¿de qué te vas a arrepentir? tu lo haces todo bien,  los demás están mal, ellos deberían arrepentirse y pedirte perdón.

Es por eso que se hace tan necesaria la acción del Espíritu Santo para revelar las obras del enemigo en nosotros y así arrepentirnos de corazón, ser santificados por la sangre del cordero y nacer de nuevo.


 

Escudriñando las escrituras

Lectura: Ef 4:22-24.
Enumere las tres acciones que el apóstol nos pide respecto a:
V22: el viejo hombre_______________
V23: a la mente___________________
V24: al nuevo hombre________________


Lectura: Col 3:5/ Col 3:8 y Gal 5:19-21


Sabemos que debemos hacer morir las obras de la carne, pero no por nuestra fuerza de voluntad sino por el hombre nuevo en el espíritu, enumere las obras de la naturaleza carnal que debemos hacer morir:






Lectura: Ro 6:6


  1. Nuestro viejo hombre debe ser crucificado con Cristo, ¿Con que propósito?_________
  2. ¿A quien sirve el viejo hombre carnal, al pecado o al Señor?_______________________





Lectura Gal 5:24
¿Qué han hecho los que pertenecen a Cristo?

_________________________________________________

1 comentario:

  1. Muy buena enseñanza, se comprende claramente lo que el espíritu del Señor nos quiere enseñar.
    Judith y Caro

    ResponderEliminar