Una
de las grandes dificultades que tenemos en nuestra vida nueva es la “guerra” que se genera en
nosotros mismos entre ambas naturalezas, la carnal y la espiritual. Esto debido
a que, en primer lugar, la naturaleza
carnal tiene un instinto animal de supervivencia y se resiste a desaparecer y
se opone a la nueva naturaleza espiritual. En la guerra entre la naturaleza carnal y la espiritual siempre ganará la que
esté mejor alimentada, sin embargo el Apóstol Pablo nos enseña que debemos
“HACER MORIR” (Ro 8:13), mediante el espíritu, las obras de la carne porque si mantenemos viva la naturaleza carnal siempre guerreará con el espíritu, por lo tanto si el enemigo está muerto se termina la guerra. Es por eso que para nacer de nuevo, esta vez del agua y del espíritu, se debe “matar a la carne” y desde la misma acción nacer de nuevo. En otro pasaje (Ro 6:6) nos enseña que el viejo hombre debe ser “crucificado” y destruido para que ya no sirvamos mas a la carne o al pecado. Con la crucifixión de la carne y la destrucción del enclave que el mismo Satanás conserva en nosotros, se termina la guerra, no hay más batallas y podemos disfrutar de la libertad que Cristo nos dio para obedecer a Dios, él no nos quiere batallando indefinidamente contra la carne pero quienes no matan a la carne siempre estarán batallando.
“HACER MORIR” (Ro 8:13), mediante el espíritu, las obras de la carne porque si mantenemos viva la naturaleza carnal siempre guerreará con el espíritu, por lo tanto si el enemigo está muerto se termina la guerra. Es por eso que para nacer de nuevo, esta vez del agua y del espíritu, se debe “matar a la carne” y desde la misma acción nacer de nuevo. En otro pasaje (Ro 6:6) nos enseña que el viejo hombre debe ser “crucificado” y destruido para que ya no sirvamos mas a la carne o al pecado. Con la crucifixión de la carne y la destrucción del enclave que el mismo Satanás conserva en nosotros, se termina la guerra, no hay más batallas y podemos disfrutar de la libertad que Cristo nos dio para obedecer a Dios, él no nos quiere batallando indefinidamente contra la carne pero quienes no matan a la carne siempre estarán batallando.
La
humillación de reconocer nuestros pecados y pedir perdón a Dios y no sólo eso
sino también pedir perdón a quien hemos ofendido es definitivamente el acto por
el cual hacemos morir a la naturaleza carnal,
para evitar el paso por la humillación muchas veces tratamos de “domesticarla” o por lo menos, mantenerla controlada, para graficar lo
absurdo que es pretender hacerlo, imaginemos que tenemos una granja y en un
bosque cercano encontramos a un lobo mal
herido, producto de una feroz pelea con otro de su especie, está al borde de la
muerte, nos parece indefenso e inofensivo y decidimos llevarlo a la granja, lo
acomodamos en una casa para perros y le
damos todos los cuidados y el amor que necesita para recuperarse,
tenemos la esperanza de que con eso lo domesticaremos y el amor lo convertirá
en un perro guardián que nos hará compañía. Pasado un tiempo el animal empieza
a recuperar sus fuerzas hasta que finalmente sana por completo. Un día nos
damos cuenta que a pesar de tener comida suficiente el lobo ataca a las
gallinas, y empieza a tener un comportamiento hostil, otro día ataca a uno de
nuestros hijos y nos damos cuenta que es capaz de atacar a nuestra esposa e
incluso a nosotros mismos. Supongamos que el lobo representa la ira, una
manifestación de la naturaleza animal, terrenal, demoníaca, podemos mantener la
ira oculta en el fondo de nuestro corazón en una “casa para perros” como si
fuera un animal inofensivo y nadie se dará cuenta, hasta que en un momento
reacciona de acuerdo a su naturaleza y esa ira nos hace agredir a nuestros
hijos, nuestra esposa e incluso a nosotros mismos. Por lo tanto la solución no
es domesticar, educar ni siquiera dominar a la naturaleza animal porque tarde o
temprano se mostrará en su real comportamiento.
La
primera lucha que debemos dar no es directamente contra un pecado en particular
sino contra la falta de humillación al no reconocer y pedir perdón por nuestros
pecados. Cuando nos humillamos y más aún, nos rendimos delante de su soberanía,
es el Señor quien nos arranca el corazón de piedra y nos pone un corazón de
carne. Es su obra la que nos limpia de todo pecado santificándonos por su
propia muerte en la cruz, no son nuestras buenas intenciones sino su perdón.
LAS
MASCARAS
La
naturaleza animal se niega a morir, se resiste, usa toda su astucia para
mantenerse viva. Una de sus mejores estrategias
es el camuflaje, usa una máscara de religiosidad para cambiar su
apariencia de tal manera que nadie pueda descubrirla, modera sus reacciones, esconde esos
pensamientos oscuros, murmura secretamente dentro de nosotros, cuestiona y
critica en lo profundo de nuestra mente, incluso nos convence que no
necesitamos arrepentirnos de nada, porque ella sabe que en el momento en el que
nos humillemos delante de Dios, pidiendo perdón va a recibir un golpe mortal.
Nos
dice:“¿de qué te vas a arrepentir? tu lo haces todo bien, los demás están mal, ellos deberían
arrepentirse y pedirte perdón.
Es por eso que se
hace tan necesaria la acción del Espíritu Santo para revelar las obras del
enemigo en nosotros y así arrepentirnos de corazón, ser santificados por la
sangre del cordero y nacer de nuevo.
Escudriñando las escrituras
Lectura: Ef 4:22-24.
Enumere las tres acciones que el apóstol nos pide respecto a:
V22: el viejo hombre_______________
V23: a la mente___________________
V24: al nuevo hombre________________
Lectura: Col 3:5/ Col 3:8 y Gal 5:19-21
Sabemos que debemos
hacer morir las obras de la carne, pero no por nuestra fuerza de voluntad sino
por el hombre nuevo en el espíritu, enumere las obras de la naturaleza carnal
que debemos hacer morir:
Lectura: Ro 6:6
- Nuestro viejo hombre debe ser crucificado con Cristo, ¿Con que propósito?_________
- ¿A quien sirve el viejo hombre carnal, al pecado o al Señor?_______________________
Lectura Gal 5:24
¿Qué han hecho los que pertenecen a Cristo?
_________________________________________________
Muy buena enseñanza, se comprende claramente lo que el espíritu del Señor nos quiere enseñar.
ResponderEliminarJudith y Caro